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Resumen:
Los brotes de enfermedades infecciosas y otros eventos de salud pública pueden vulnerar la salud mental y bienestar emocional, con un amplio espectro de consecuencias directas e indirectas. En el caso de la pandemia de covid-19, ésta planteó desafíos que afectaron de manera desproporcionada a ciertos grupos, entre ellos, las niñas, niños y adolescentes (NNA). En los más jóvenes, el coronavirus modificó casi todos los aspectos de su vida, incluida la educación, lo que podría disipar décadas de progreso en el ámbito educativo. Asimismo, muchos menores estuvieron expuestos al aislamiento y altos niveles de estrés, en una etapa con el potencial de impactar su desarrollo emocional y capacidad para establecer relaciones saludables en el futuro. Además, el aumento de los casos de violencia y enfrentarse a emociones abrumadoras como miedo, angustia, culpa, enojo y tristeza, podría tener efectos adversos a largo plazo, con consecuencias significativas y efectos persistentes, incluyendo trastornos de ansiedad, depresión, estrés postraumático y el uso de drogas. Por ello, en la pospandemia es preciso asegurar servicios de atención para su salud mental que garanticen su bienestar emocional y el cumplimiento de sus derechos.
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